Según el autor de este artículo para la revista Harvard Deusto, Alberto González Pascual –(Profesor de las universidades Villanueva y Rey Juan Carlos y director de Talento y Formación de PRISA)- afirmaciones tan conocidas como “una empresa no está programada para la felicidad, sino para generar beneficios”, o “una organización no tiene por qué responsabilizarse de motivar a sus empleados, sino que son ellos los que deben motivarse solos”, serían el resultado de un capitalismo consciente que tiende a facilitar este pensamiento a nivel gerencial.
Sin embargo, según el mismo autor, esto sería ignorar o malinterpretar las causas psíquicas y antropológicas que explican la conducta humana en el trabajo, así como las que determinan el funcionamiento de la cooperación en los grupos sociales cuando hay un estado de equilibrio emocional versus uno de desequilibrio.
González explica que un primer paso sería asumir que existe una cultura emocional y que en este escenario las organizaciones pueden dar salto cualitativo en la concepción estratégica de una empresa al cultivar un deseo de afecto alegre en todos los escenarios en los que se despliega su estilo de liderazgo.
Para lo anterior, expone una propuesta que deriva de ciertas premisas o principios:
Principio 1: El deseo es la esencia del ser humano. La clave para gestionar el afecto positivo de la persona hacia el logro comienza con que la meta sea claramente entendida y que, simultáneamente, tenga un sentido moral para su conciencia.
Principio 2: el fin del ser humano es perfeccionar su entendimiento. Así, cada persona, en el trabajo, está persiguiendo el goce de poder obrar con la mayor potencia posible, tanto intelectual como físicamente.
Principio 3: expandir el afecto positivo. La alegría es el estado que permite que el raciocinio opere con una mayor precisión. Desde la alegría, la razón puede actuar con la mayor libertad posible, y, por ende, habrá menos probabilidades de que las personas se equivoquen en sus decisiones.
Principio 4: reprimir el afecto negativo. El esfuerzo debiera dirigirse a reducir al máximo la tristeza y todos los sentimientos que fluyen de ella porque empequeñece la voluntad de acción.
La Empatía y sus Valencias
Es en este contexto que González define la empatía como la competencia tanto de orden cognitivo como emocional para aprender a gobernarnos a nosotros mismos desde un estado alegre, y así producir la máxima potencia de la que somos capaces. Al mismo tiempo, facilita el contagio de ese mismo estado de ánimo en los demás, para que ellos alcancen, igualmente, su máximo potencial.
Por lo tanto, adquirir un ascendente empático en nuestra conducta se convertiría en una herramienta para elevar el compromiso y la cohesión de los miembros de un equipo.
En el entorno social y de trabajo, se traduciría en experimentar alegría ante los logros de quienes nos rodean y con quienes trabajamos.
Deseo de Pertenecer al Equipo
Gonzalez explica que para que se asiente una cultura emocional de afecto alegre en un colectivo, es necesaria una reciprocidad generalizada dentro de ese grupo.
El deseo de pertenecer a un grupo (o de tener un sentimiento de pertenencia hacia una empresa) tendría entonces su epicentro en la percepción que el sujeto tiene de cómo es su cultura emocional. En consecuencia, el deseo de perseverar (connatural a toda persona en la esfera privada y en la profesional) hasta alcanzar el máximo de lo que uno es capaz, mientras esté apoyado en un sentimiento de alegría y en una actitud empática de valencia positiva, solo podrá generar ventajas sociales para toda la organización. Y, en el mismo sentido, una cultura emocional que imita y recompensa ese tipo de conducta humanista sólo podrá generar utilidad para el propio desarrollo individual.
El autor resume finalmente que, el deseado equilibrio psíquico prevalente en un colectivo se alcanzaría:
- Al haber aprendido a alegrarte por el éxito y los méritos alcanzados de los demás (aunque ello pueda no beneficiarte de un modo inmediato).
- Al proyectar ese placer extraído del goce del otro como incentivo para activar la voluntad de actuar para alcanzar tus metas.
- Al practicar pensamientos de esperanza y optimismo ante situaciones de dolor y sufrimiento presentes en el entorno (que hagan posible la creencia y la voluntad de mitigarlos).
- Al tener una predisposición consciente a prestar ayuda al otro por la mutua pertenencia a un grupo con intereses y beneficios compartidos.
Tales prerrogativas, si están presentes en la cultura de la empresa, son las que aseguran que cada miembro tenga menores fluctuaciones en su ánimo y que su esperanza hacia la consecución de sus metas se mantenga algo más resistente, pese a las adversidades.
En Beside® creemos que no sólo es importante desarrollar una cultura emocional basada en la empatía , también sabemos que para alcanzar buenos resultados en el negocio, el manejo de las emociones deben estar basadas en el concepto de cultura próspera, es decir, aquella en la que las personas están el centro del negocio.
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